El físico de la Universidad de Harvard, Abraham ‘Avi’ Loeb, apoya la teoría de que Oumuamua no era una roca llegada desde las estrellas, sino que se trataba de un objeto artificial y el primer signo de vida alienígena.El principal catedrático de Astrofísica de la Universidad de Harvard, el israelí-estadounidense Abraham ‘Avi’ Loeb, está convencido de que hay vida inteligente fuera de la Tierra. Esta teoría la sostiene en su libro «Extraterrestre: El primer signo de vida inteligente más allá de la Tierra», el cual se publicará de forma simultánea en una veintena de países.En su obra, el prestigioso académico defiende la idea de que Oumuamua, un curioso objeto interestelar observado mientras cruzaba el Sistema Solar, no es una roca desprendida de otras estrellas, sino que se trata del «primer signo de vida inteligente de origen extraterrestre», una teoría que el astrónomo presenta por primera vez al gran público.Según Loeb, las características del objeto espacial solo dan cabida a una explicación: «Oumuamua, como lo llamaron, constituye la primera evidencia de vida y tecnología extraterrestre, y las implicaciones de esta afirmación para el ser humano son inconmensurables».El cuerpo interestelar, que fue detectado en movimiento próximo a la Tierra el 19 de octubre de 2017 por el canadiense Robert Weryk, fue catalogado en principio como un cometa y finalmente como un asteroide, aunque su forma y su comportamiento diferían de estos tipos de objetos astronómicos.Las características de OumuamuaEntre sus argumentos, Loeb asegura que Oumuamua no es un cometa porque no deja una estela -conocido también como coma-, tampoco tiene la forma de un asteroide, ya que es alargado, un aspecto que no se había observado anteriormente en este tipo de cuerpos espaciales. Además, no tiene una órbita precisa y puede cambiar de velocidad, antecedentes que la ciencia aún intenta explicar.Oumuamua, que en hawaiano significa ‘primer mensajero de otro mundo’, es un objeto que viene de afuera del Sistema Solar, de origen desconocido y que nunca antes se había visto. Cuando Loeb sugirió que se trataba de la primera evidencia de vida y tecnología extraterrestre en el espacio, se desató el que probablemente sea el debate científico más relevante en décadas.La composición del objeto espacial también había sido discutida. Se creía que estaba hecho de hielo de hidrógeno molecular, lo que habría explicado su inusual cambio de velocidad. Sin embargo, esta misma teoría fue desechada por Loeb, quien cree que Oumuamua es en realidad una nave espacial que llevaba mucho tiempo sin funcionar, que cumplió su misión y que sigue su viaje, de forma inerte, a través del espacio.Muchos expertos en Astrofísica, incluyendo a Loeb, se quedarán por desgracia con muchas dudas sin responder: el objeto se encuentra muy lejos de los telescopios terrestres.

(0)

Jacques Yves Cousteau pasó toda su vida en el mar, no se conformó con inventar los equipos de buceo actuales, recorrió el mundo a bordo del Calypso para enseñarle a la humanidad la enorme riqueza de la vida de los océanos. Muchos hombres y mujeres han crecido entre sus imágenes, muchos fueron contagiados por su «pasión por el mar», muchos jugaban de chicos a ser buzos del Calypso, conocían todas sus historias y sus inmersiones. Pero la mayoría de la gente jamás conoció la historia del día que el Calypso se encontró en emergencia. Aquel día pudo haber sido el último día de una historia que aún no había comenzado. Terminaba la década del ´40, no era una época fácil en Europa. La segunda guerra mundial había dejado a Francia en ruinas. Jacques Cousteau, un joven oficial de la marina decide dar un vuelco a su vida, con la ayuda de sus amigos compra un viejo dragaminas fuera de servicio y lo bautiza «Calypso», renuncia a la marina y convence a un grupo de buzos para que lo acompañen a la gran aventura: Recorrer los mares del mundo filmando los fondos oceánicos. Todos sus ahorros se gastaron en equipamientos, vendió su casa para costear el viaje, todo su pasado y su futuro estaban puestos en ese viejo barco. Partieron rumbo al Mar Rojo donde planeaban filmar su primera película. Al llegar anclaron el barco cerca de la costa de Egipto y todos los hombres fueron al agua, en Caliypso sólo quedó la esposa de Cousteau, Simone. Mientras que los buzos estaban bajo el agua el cielo se cubrió de nubes, la superficie del mar se encrespó, comenzó a soplar un fuerte viento. Los buzos no pudieron volver al barco, nadaron hacia la costa. Una vez ahí contemplaron al Calypso como se sacudía con cada golpe de ola, tironeando el cabo del ancla que se rompería en cualquier momento. Cousteau temía por su esposa, una mujer delgada que no tenía idea de barcos ni de navegación. Los buzos presos de impotencia esperaban la rotura del cabo del ancla para ver como todas sus ilusiones se hundían con el viejo buque. Lo que se esperaba finalmente sucedió, el cabo se rompió en un estallido seco e inmediatamente se escuchó el motor del barco que se ponía en marcha, viraba a babor y se internaba en el mar de frente a la tormenta, al timón estaba Simone Cousteau y no parecía estar dispuesta a dejar hundir al Calypso, como no sabía nada de náutica decidió ir mar adentro donde no podría chocar con nada. Viajaba hacia la tormenta. Ocho horas duró la lucha entre el viejo dragaminas y el mar, ocho horas donde una mujer sola, que nunca antes había estado en un barco, sacaba fuerzas de la nada para evitar que los sueños de su marido se hundieran ese día. Cuando la tormenta terminó llevó al barco hacia la costa que se veía a la distancia pero como no lo sabía atracar y ya no tenía ancla, simplemente lo dejó flotar a la deriva con el motor apagado esperando que los buzos, que miraban la maniobra desde tierra, se pudiera acercar a nado. Al llegar encontraron a una Simone sonriente que, ante la sorpresa de todos, los recibió con café caliente. Pasaron muchos años y el viejo dragaminas se convirtió en uno de los buques oceanográficos más famosos del mundo, navegó por todos los mares y visitó todos los puertos. Cousteau adquirió fama internacional. En 1980, en un reportaje un periodista le preguntó si era difícil comandar el Calypso, Cousteau contestó: «No si está Simone a bordo, ella es la cocinera, la madre de treinta marineros, la que aconseja, la que pone fin a las peleas, la que nos manda a afeitar, la que nos reta, la que nos acaricia, la peluquera de a bordo, nuestra mejor crítica, nuestra primera admiradora, la que salva al barco de las tormentas. Ella es la sonrisa cada mañana y el saludo antes de irnos a dormir. El Calypso podría haber vivido sin mí… pero no sin Simone» Una mujer que vivió entre cámaras y nunca se dejó fotografiar, no figuró en ninguna de las enciclopedias del Calypso se negó a ser vista en las películas y la mayoría de la gente nunca vio su cara.

(0)

HISTORIA DEL PERRO Y JOYA AZTECA.

Mitos y leyendas del xolo.

Una joya arqueológica viviente es como muchos describen al xoloitzcuintle, el perro azteca nativo de México. Considerada una de las razas más de 7 mil años, según los especialistas, el ser humano no ha intervenido en su generación.

La palabra xoloitzcuintle viene del náhuatl xólotl, que quiere decir monstruo, extraño o animal y del término itzcuintli, que significa perro. Para los aztecas, este canino era muy especial y respetado por ser un regalo del dios Xólotl para ser guía de las almas de los difuntos que viajaban al Mictlán o inframundo.

En la cosmovisión mexica también tienen un papel importante; Xólotl es el gemelo de Quetzalcóatl con cabeza de perro, deidad del ocaso y de la transformación; concebido como el Venus oculto que acompaña al Sol durante el ocaso para librar una batalla en el Mictlán durante la noche. Mientras que su gemelo Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, es la luz y vida de este planeta que acompaña al Sol al amanecer.

La leyenda del xoloitzcuintle
La leyenda cuenta que el dios Xólotl hizo al xoloitzcuintle de una astilla del Hueso de la Vida, de la que toda la vida fue creada, para dárselo como obsequio al ser humano. El dios les explicó que en vida tenían que cuidar bien de este perro ya que el día que su dueño muriera, el xoloitzcuintle se encargaría de guiar al alma a través del Mictlán.

Por esta razón eran sacrificados y enterrados en las tumbas. Sin embargo, la tradición mexica apuntaba que debía ser completamente negro, porque si presentaba manchas en su cuerpo quería decir que ya había servido al alma de otro difunto.

Además para el pueblo mexica, el xoloitzcuintle tenía la capacidad de alejar y proteger los hogares de espíritus malignos, pero como todo era dualidad también representaba un lado maligno ya que se le identificaba con la enfermedad y deformidades físicas.

Perros curanderos
En la medicina azteca se acostumbraba presionar la piel del xolo sobre alguna zona con dolor para que desapareciera, esto los hacía excelentes curanderos de malestares de cabeza o musculares, asma, reumatismo, insomnio e incluso malaria.

Incluso, antes de ser domesticado, al xoloitzcuintle era apreciado por las cualidades de su carne como alimento ya que era una importante fuente de proteínas para los antiguos.

Este canino mexicano corrió peligro desde la llegada de los conquistadores por su consumo indiscriminado. Como lo mencionó el jesuita Francisco Javier Clavijero: los españoles los encontraron nutritivos y de buen sabor y después de la conquista a falta de otra carne los comieron hasta acabar con la especie. Así mismo, se cree que para acabar con los mitos religiosos y tradiciones vivas del pueblo mexica.

A partir de la caída de Tenochtitlán y en la época colonial casi no se tienen datos relevantes sobre el xoloitzcuintle, quizás debido a que subsistieron en lugares apartados como las sierras de Colima, Jalisco, Michoacán, Oaxaca y Guerrero; después de la Revolución Mexicana y con el auge del nacionalismo este canino se retoma como símbolo de la mexicanidad.

En la década de los cincuenta la Federación Canófila Internacional comprendió que esta raza desaparecería si no se tomaban medidas drásticas para protegerla. Así, se promovió una importante expedición con expertos mexicanos y británicos para encontrar un xoloitzcuintle puro en las áreas más remotas de México. Eventualmente se encontraron diez ejemplares de raza pura y estaban sanos, y con ellos se lanzó con éxito el programa para revivir la raza.

A la par, personalidades del mundo de la cultura y de las artes en México como Frida Kahlo y Diego Rivera dieron más popularidad a este canino al pintarlo en escenas de sus famosos murales, además tenían varios xolos como mascotas. También los encontramos en las obras de Rufino Tamayo y Raúl Anguiano.

La raza sagrada
Hoy en día puedes encontrar ejemplares de ellos en los jardines del Museo Dolores Olmedo, ya que Diego Rivera regaló una pareja a la coleccionista de arte y en agradecimiento su amiga decide criar la raza para su preservación y desde entonces se mantienen en el Museo.

(0)